Qué es un hábitat

 

Del lat. habĭtat, habitāre, ‘habitar’.

  1. Ecol. Lugar de condiciones apropiadas para que viva un organismo, especie o comunidad animal o vegetal.
  2. Ambiente particularmente adecuado a los gustos y necesidades personales de alguien.
  3. Urb. Espacio construido en el que vive el hombre.

«Es importante no ubicar nuestros jardines eternos bajo luz del sol directa ya que el cristal de las botellas puede actuar como lupa y quemar nuestras plantas»

Orígenes de los jardines eternos

 

Si nos remontamos al siglo IV a. C. existe una primera conexión con el mundo Taoísta. Tao significa orden natural y su objetivo es enseñar a las personas a integrarse en la naturaleza. Una forma de fluir e integrarse con uno mismo en armonía y consciencia que revierte serenidad, paz mental y energía física. Profundamente en relación con el yin y el yang, explicado por los taoístas con la naturaleza siempre como trasfondo.

Desde un punto de vista taoísta, los elementos se hacen grandes; se elevan para después completar su ciclo y volver a su punto de partida. Nacer o morir es una forma de entrar y de salir del ciclo. Cuando se menciona a los hábitats o jardines eternos como herramientas para la meditación es en relación con el budismo.
La religión budista entra en contacto posteriormente con el mundo taoísta al introducirse en China. De su fusión surgirían, entre otros efectos, la escuela Chán, derivada etimológicamente de la palabra sánscrita con la que designaban a la meditación. Finalmente estas ideas se extienden por Asia, llegando a Japón y constituyendo el origen del zen.
Dentro de la práctica zen, en la que podríamos incluir virtudes y votos, cultivo del cuerpo, retiros espirituales, rituales y artes, destaca en esta última categoría artes como la pintura, la caligrafía, la ceremonia del té, la poesía, la jardinería; ejercitarse con bonsáis. Hablamos de religiones y filosofías milenarias cuyas raíces se extienden hasta nuestros días.
Un pequeño salto en el tiempo nos lleva a 1779, año en el que aparece el libro Teoría del Arte de los Jardines, escrito por Christian Cay Lorenz Hirschfeld. En él revisa el arte del jardín como una técnica que logra unificar todo lo que la naturaleza tiene de agradable y bello. En sí, la naturaleza ya nos ofrecía estos lugares antes de que nosotros aprendieramos a crearlos: oasis totalmente aislados en el desierto (referencia a la época islámica), pequeños ecosistemas en profundas cuevas con especies únicas…
La caja de Ward

 

Existe un hallazgo histórico que se remonta al siglo XVIII. Nathaniel Bagshaw Ward (1791 – 1868), doctor en medicina, ideó un objeto (conocido como Caja de Ward) para el transporte de especies vegetales durante las exploraciones coloniales.
El doctor Ward colocó dentro de una botella tierra e intrujo una polilla. La cerró con un tapón, herméticamente, y al cabo de los días observó que había crecido pequeña vegetación, incluso helechos. Lo importante de este hallazgo es que descubrió que la humedad que generaban las plantas por la noche, se condensaba en las paredes de la botella formando gotas que, posteriormente se precipitaban sobre la tierra, al fondo de la botella. Descubrió ese ciclo del agua a pequeña escala.
Desde ese momento comenzó a transportar todo tipo de especies de las colonias británicas, creando un herbario con más de 20.000 especies de plantas. El mundo botánico europeo se vió beneficiado con estos avances que permitían llevar un biotopo de un extremo del mundo al otro.
El moderno hábitat o jardín eterno tiene su origen en 1960. Hablamos de un soporte de cristal con capacidad para cerrarse herméticamente que necesita ser regado, como veremos, dos veces al año. Fue un inglés, llamado David Latimer quien creó dentro de una botella de 10 galones lo que técnicamente se conoce como hermetosfera; con plantas que necesitan poco agua para sobrevivir. Actualmente, su jardín eterno sigue viviendo.

Lo que sucede en el interior de la botella es el ciclo natural; reducido al espacio de la botella: condensación, precipitación, evapotranspiración, evaporación. Es necesario ubicarlos en lugares iluminados para que las plantas lleven a cabo la fotosíntesis, no obstante, no debe ser luz directa del sol ya que los cristales de la botella pueden funcionar en este caso como lupa y quemar las plantas.
Actualmente, existen multitud de tipos de terrarios dependiendo si albergan especies vegetales o animales (acuáticos, desierto…). Los jardines eternos con especies vegetales recogen toda la sabiduría de este relato. Nos sirven, en pleno siglo XIX, para reconectar con el ritmo natural de este planeta que habitamos. Nos ayudan a meditar y dejar la mente en blanco. Nos transmiten paz, silencio y bienestar. Los jardines eternos son una herramienta poderosa.

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